Durante miles de años, pequeñas lámparas de aceite formaron parte de la vida cotidiana, festiva o ritual de las culturas mediterráneas.

Poder iluminar las diferentes estancias, desarrollo un mayor progreso cultural y productivo al no depender de los ciclos naturales del día y la noche.

Por otra parte, considerado el fuego como elemento sagrado y mágico, formó parte importante de cultos religiosos, ceremonias fúnebres o ritos de purificación y sacrificio.

Hace más de 3500 años, se utilizaron recipientes hechos con piedras talladas o conchas marinas como primeros elementos para proporcionar luz en habitáculos y recintos.

Las primeras lámparas de cerámica aparecen hacia los siglos VIII-VII a.C. Se trataba de un simple platillo al que se le deformaba el labio para formar un pequeño pico con el que sostener la mecha.

El verdadero desarrollo en la industria de las lucernas se produjo al fabricar lámparas a partir de un molde bivalvo, consiguiendo así un producto seriado, piezas idénticas obtenidas en mayor cantidad con la ventaja de ser más económicas y por lo tanto accesibles para un mercado en continua expansión con unas rutas comerciales cada vez mas amplias y dinámicas.

Las lucernas romanas se convirtieron en piezas muy populares, superando al objeto útil para convertirse en pequeñas obras de arte.

Decoraciones y formas que fueron evolucionando a medida que cambiaban los gustos y la moda de la época: la temática erótica junto con la de lucha de gladiadores, la mitología, la religión o el teatro compitieron con paisajes bucólicos, animales salvajes o escenas cotidianas para dar gusto a un numeroso y diverso público.

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