Titulo: Los hermanos Graco

Autor: Eugéne Guillaume (1.853)

Técnica y material: escultura en bronce

Museo d’Orsay, París, Francia

No se reconocen representaciones plásticas de los hermanos Graco en la Antigüedad. Será en el siglo XVIII cuando comiencen a pintarse cuadros de estilo academista y cuya temática será el suicidio de Cayo, la despedida de su esposa Sempronia o algunos grabados que reflejan las escenas más relevantes de sus logros o su trágica muerte.

En la escultura de Eugene Guillaume, fundida en bronce en el año 1.853 como monumento funerario, se representa a los dos hermanos juntos, vistiendo la toga y con el semblante lleno de dignidad y determinación.

Ambos apoyan su mano derecha sobre un pergamino, que seguramente simboliza el documento donde plasmaron sus leyes y reformas; leyes que hoy nos parecen necesarias y lógicas para alcanzar una sociedad justa, pero que en aquellos momentos convulsos del siglo II a.C. en la República Romana, les costó la vida.

Durante el siglo II a.C. la República Romana afianzó su posición hegemónica en el Mediterráneo, tanto en Oriente, con la conquista de Grecia, como en Occidente, con la ocupación de gran parte de Hispania y del Sur de la Galia.

Tras la II Guerra Púnica y la posterior destrucción de Cartago a manos de Publio Cornelio Escipión Emiliano, Roma consiguió expandirse territorialmente, obteniendo grandes botines de guerra, así como el gobierno y la explotación de dichos territorios.

Todo esto significó mayor riqueza para las clases senatoriales y abundancia de esclavos para trabajar en sus propiedades. Los aristócratas acumulaban tierras del AGER PUBLICUS, comprometiendo el bienestar de los pequeños propietarios, quienes, tras luchar en largas campañas militares para la gloria de la República Romana, no se traducía a su vuelta en ninguna ventaja para ellos. Muy al contrario, a su regreso encontraban sus tierras abandonadas y yermas durante años, abocándoles a la ruina. Muchos se veían obligados a vender sus pequeñas propiedades a los grandes terratenientes, para después marcharse a la ciudad en busca de nuevas oportunidades.

En esta sociedad cada vez más polarizada, se conformaban dos facciones o grupos políticos enfrentados: los OPTIMATES, defensores de la oligarquía y las tradiciones romanas y los POPULARES, que pedían reformas para evitar las evidentes injusticias sociales que conducían hacia el conflicto y las revueltas ciudadanas.

Así mismo, tras la conquista en el Mediterráneo, surgió otra nueva clase: el ORDEN ECUESTRE, formado por militares y comerciantes que se habían enriquecido explotando los recursos de las nuevas tierras, pero que carecían de poder judicial y político de la aristocracia.

Otro punto de tensión eran las poblaciones itálicas y latinas, aliadas de Roma, utilizadas por esta y luego olvidadas y cuyos pobladores aspiraban a la ciudadanía romana con sus derechos y privilegios.

En este contexto de crisis y enfrentamientos, surgen las figuras de los hermanos Graco.

Tiberio y Cayo Sempronio Graco, hijos de Tiberio Sempronio Graco y Cornelia, la hija de Publico Cornelio Escipión el Africano, era una familia de gran prestigio en la sociedad romana.

Tiberio (163 – 133 a.C.) el mayor de los hermanos fue elegido tribuno de la plebe en el año 134 a.C. Impulsó una ley de reforma agraria, la cual implicaba el reparto de la tierra pública (ager publicus) entre los ciudadanos romanos y de la cual se había apropiado ilegalmente la aristocracia.

Esta ley tuvo una fuerte aposición por parte del senado y del otro tribuno de la plebe, Octavio. Tiberio consiguió que lo depusieran de su cargo, al denunciarle ante el Senado, aduciendo que no representaba los intereses del pueblo que le había elegido. Con su contrincante fuera, la ley salió adelante, pero no había dinero para implementarla y pagar indemnizaciones. El problema se resolvió gracias al rey Atalo III de Pérgamo, quien legó en su testamento toda su riqueza y reino a Roma.

Tiberio quiso presentarse en unas nuevas elecciones, algo insólito en Roma, corriendo el rumor de que su pretensión era ejercer la tiranía.

Las revueltas impidieron que fuera elegido, lo asesinaron junto a muchos de sus seguidores y arrojaron su cuerpo al Tiber. Cicerón felicitaría más tarde a Escipión Nasica por el linchamiento, al considerar al Tiberio como un traidor de la República.

Diez años después, su hermano menor Cayo (154 – 121 a.C.) fue elegido Tribuno de la plebe e intentó desarrollar la ley Sempronia impulsada por su hermano, además de proponer nuevas reformas: establecimiento de colonias en territorios conquistados, fijar un precio máximo para el trigo, el derecho de los caballeros a formar parte de los tribunales, la prohibición de alistarse en el ejército a los menores de 18 años o conceder la ciudadanía romana a latinos e itálicos.

Una campaña de desprestigio, junto a hábiles maniobras por parte de sus enemigos senatoriales, impidieron que fuera elegido tribuno por tercera vez. El Senado anuló inmediatamente la creación de una colonia en Cartago, provocando revueltas y obligando a Cayo y sus partidarios a refugiarse en el Aventino, donde prefirió suicidarse antes de ser capturado.

Con la muerte de los Graco se intentó una vuelta a las tradiciones y privilegios de la aristocracia, pero la plebe ya no renunciaría a sus derechos y los poderosos verían mermando su dominio en el senado y, en consecuencia, su poder. En el transcurso de los siglos II y I a.C. nuevas figuras irrumpirán en la política romana, tiempos convulsos de conjuras, triunviratos, guerras civiles y asesinatos, que provocarán el declive de la República y el nacimiento del Imperio de la mano de Augusto.